¡Ya tenemos sede en Mabongisseh!

JUSTIFICACION DE LA NECESIDAD DE NUESTRO PROPIO ALOJAMIENTO.

Desde que empezamos a trabajar en Mabongiseh, muchas cosas han cambiado. La primera vez, hace ya cuatro años casi, éramos unos desconocidos. Rosa y Alfredo fuimos centro de curiosidad de todos los vecinos y de otros de aldeas próximas que se acercaban solo para vernos. Rosa fue objeto de romerías por la novedad de saber como era una mujer blanca. Nosotros no conocíamos a nadie allí. Atraidos por el orfanato que dirige Dauda Bah, íbamos con un proyecto para mejorar construir un depósito de agua. Ese año nos sirvió para observar y conocer cuales eran los mayores obstáculos y carencias que lastraban el desarrollo de la comunidad. Nos confirmó que el agua era una primera necesidad en toda la zona, carente de depósitos, pozos y motores para elevar el agua.

El segundo año fuimos a mejorar el sistema de abastecimiento, cambiando la orientación de las placas y canalizando el desague. En cuanto a la agricultura, construimos un almacén para las semillas y herramientas. Esa segunda vez con Antonio, Irene y Alfredo tambien se estrecharon los lazos con el colegio de primaria, se impartieron algunas clases y se conoció el colegio de secundaria comarcal Liliammer y se llevaron muchas semillas de las que solo alguna especie ha perdurado. A partir de ahí se puso un profesor de apoyo en primaria que cumplió su cometido durante año y medio.

En el 2021 hemos estado 3 meses, desde finales de enero hasta finales de mayo.  Con Isabel, Blanca, Silvia y Alfredo, y las visitas de mama Blanca y Mama Isa, ha sido un año difícil por la pandemia del covid, que ha encarecido y complicado muchísimo los desplazamientos.

Todo esto para decir que YA NECESITABAMOS NUESTRO PROPIO SITIO. Tenemos intención de continuar en esta zona, donde, ahora sí, somos bien conocidos y apreciados.

Estas cabañas donde hemos estado estos 3 años hasta la fecha.

Hasta ahora nos alojábamos en dos “chozas” redondas con cubierta vegetal tradicional, donde debíamos tenerlo todo. Era un alojamiento muy básico pero demasiado espartano.  Allí dormíamos, pero también hacían las veces de almacén, despensa para alimentos, sartenes, cazos, vasos, cubiertos, herramientas, botiquín. Allí se hacía la comida, los juegos con los niños. Todo en definitiva estaba en ese dormitorio. La situación podía llegar a ser un poco caótica dado que no existían armarios ni siquiera baldas donde colocar la nada. Con unas puntas en la pared nos arreglábamos para ordenar nuestras pertenencias o las cosas que no queríamos perder de vista. El resto se esparcía con más o menos orden, según quien, por el suelo. Era necesario disponer de un lugar mejor y más amueblado, dado que íbamos a seguir visitando el lugar en el futuro con nuestros proyectos. Y así se decidió la construcción de esta sede.  

EL PROCESO DE CONSTRUCCION

El año anterior ya habíamos buscado el terreno. Nos ofrecieron varias ubicaciones posibles. Y finalmente escogimos una que tenía una buena situación central. Nos pareció la más conveniente ya que está junto al hospitalillo y el orfanato de Dauda Bah. Es una parcela de unos 600 metros cuadrados totalmente vacía de forma casi rectangular de 15 por 40 metros. El terreno ya lo teníamos concedido por el pueblo desde el año anterior. Pero faltaba unas formalidades para tomar posesión del mismo. La primera mantener una reunión con los propietarios, una de las primeras familias que se instalaron en la localidad. Más que una compensación económica, que aunque la necesitaban no llegaron a pedirla, me pareció que pretendían un reconocimiento de su importancia y un gesto por nuestra parte. Todo quedó solucionado con unas palabras de agradecimiento, unos apretones de mano y la promesa de quedar reconocidos y en colaboración mutua en el futuro si lo necesitáramos.  El terreno ya era nuestro.

La obra en sí era bien sencilla: una construcción rectangular con tres espacios. Dos habitaciones en los extremos y uno central para recepción y usos varios. Las habitaciones con dos ventanas en el lado más largo y un baño en el lado opuesto. La construcción aparentemente sencillísima, con una sola agua. Sin embargo nada es sencillo en Sierra Leona. Salvo la mano de obra, todo había que traerlo de fuera. A unas 4 horas de distancia se encontraban los almacenes de construcción (en Waterloo). El cemento, la chapa para el tejado, o los hierros para un pequeño forjado vinieron desde alli en varios viajes. La arena fue el mayor problema, pues se encontraba en un pueblo a 5 kilómetros pero no teníamos medios para transportarla en un vehículo. Tuvimos que recurrir a todo tipo de argucias, desde pedirle a la furgoneta que lleva pasajeros que nos dejara llenarla de arena, a traerla en motos dentro de bolsas. El encargado de la obra de los turcos tambien nos vendió parte. Pero al final la única forma de terminar la obra fue tomando “prestada” por la noche y sin que nos vieran, mas arena de la obra de la asociación turca que tenía reservada para sus construcciones. Esa distracción de arena era un secreto que todos conocíamos y que todos manteníamos en silencio. La piedra para los cimientos no existe en las inmediaciones, que es todo tierra arcillosa, y hay que traerla en carretillos desde largas distancias y arrancarla del suelo. Otro suministro que se nos resistía era el agua, pues es sabido que no hay ninguna red de distribución de agua, y toda hay que acarrearla desde el pozo más cercano en cubos sobre la cabeza. Así que cada vez que había que hacer masa o ladrillos o adobes, debíamos contratar a un par de personas para que se ocuparan solamente de traernos el agua. La madera necesaria para la cubierta tampoco fue fácil de encontrar, pues la buscamos por la zona y la que había estaba combada y todavía un poco verde. Pero finalmente tambien nos sirvió para lo que queríamos.

De lo que no había escasez era de mano de obra. Se formaron enseguida cuadrillas a las que se les ajustaba un precio dependiendo de la cantidad de trabajo que realizaran. Este sistema se empleó para hacer los bloques de cemento y los adobes de barro. Conscientes tambien que cualquier dinero que se dejara en el pueblo era otra una forma de ayuda muy adecuada, siempre que se pudo se recurrió al empleo de mano de obra local y compras locales. Con un albañil local se contrataron partes concretas de las obras: los cimientos, las paredes y la cubierta. En este sistema el contratista solo ponía la mano de obra, pues todo el material debería tenerlo dispuesto de antemano por nosotros. Nos tocó en suerte un contratista bastante informal, y fue un constante quebradero de cabeza los ritmos de trabajo y los incumplimientos en los plazos.

La carpintería se repartió entre un carpintero local y adquisiciones en Waterloo. Y los revoques de las paredes y los suelos los hizo un joven del pueblo con bastante buen tino.

Finalmente ya contamos con un lugar mejor. No es un hotel de lujo, pero es amplio, limpio y casi bonito, donde nos podremos alojar lo que vayamos allí a colaborar. No obstante faltan algunos remates fáciles de terminar en los baños, la pintura o unas rejas. Y falta para los años próximos la cocina y una despensa así como un porche y comedor, para que las instalaciones estén completas.

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